8 de febrero de 2018

Gestión activa o pasiva ¿cuál es la mejor opción?

Este es el eterno dilema en la industria de la inversión. Los partidarios de la primera aseguran que es más eficiente y barata, los fieles a la gestión activa alegan que se pueden obtener rendimientos más altos con una buena estrategia de inversión. En realidad, ambas estrategias tienen ventajas y desventajas. Lo más importante para el ahorrador es entender cómo funcionan para elegir qué estilo se adapta mejor a sus necesidades.

Gestión activa: una cartera diseñada por los gestores

Si el ahorrador decide inclinarse por la gestión activa, es decir, invierte en un fondo convencional, debe saber que un gestor (o un equipo de gestores) estará pendiente de administrar su inversión: elegirá en qué invertir y cuándo vender de acuerdo con los movimientos que considere más oportunos. Las decisiones sobre cómo mover la cartera, qué activos infravalorar o sobreponderar y en qué momento serán tomadas según las previsiones y la situación de los mercados.

Debido a los continuos ajustes y a la complejidad que conlleva dibujar una estrategia efectiva, hace falta un amplio equipo de analistas que asesore a los gestores para que puedan tomar las decisiones más acertadas. A través de este valor añadido se intenta batir el mercado, es decir, obtener una rentabilidad superior a la del índice escogido como referencia, asumiendo un riesgo igual o inferior.
 
Gestión pasiva: una cartera que replica un índice

La gestión pasiva, o indexada, no cuenta con gestores que administran activamente las carteras, analizan compañías o sectores para elaborar una estrategia de inversión ad hoc para el cliente. Este esquema, al contrario del anterior, se basa en la construcción de una cartera que replica la composición de un determinado índice, independientemente de las circunstancias del mercado.

¿Qué significa? Que se replica el índice tomado como referencia, por ejemplo el Ibex 35, con los mismos valores y ponderación. El gestor simplemente variará las posiciones del fondo cuando haya modificaciones en la composición del selectivo y sin pretender batirlo. Los partidarios de este modelo de inversión argumentan que el mercado es eficiente en el largo plazo y por ello alegan que es imposible superarlo.

Entre los instrumentos empleados en la gestión pasiva están los fondos indexados, referenciados a un índice y que aspiran a conseguir su misma rentabilidad; los ETFs (Exchange Traded Funds), cestas de activos que funcionan como las acciones y se pueden comprar y vender en tiempo real; y los derivados, como los futuros, productos complejos cuyo precio depende de la evolución de otro activo subyacente.

Ventajas y desventajas

Ambas filosofías de inversión tienen ventajas y desventajas. En el caso de la gestión activa, su punto fuerte radica en el equipo de profesionales que está pendiente en todo momento de la cartera del cliente y que puede optar, por ejemplo, por invertir en  acciones, sectores o áreas geográficas que según sus análisis y valoraciones tendrán mejor rendimiento. También hay una ventaja en cuanto a fiscalidad: no se tributa por los traspasos entre fondos de inversión, mientras los ETFs tributan como si fueran una acción cada vez que se hace una compraventa.

En la gestión activa, el trabajo de los analistas necesita ser remunerado, de ahí se exige al cliente el pago de unas comisiones algo más elevadas que las cobradas por la gestión pasiva.

El precio, al contrario, es la principal ventaja de la gestión pasiva: tanto los gastos de transacción como los de gestión son inferiores comparados con los fondos tradicionales, ya que los gestores no tienen que dedicar tiempo a elaborar una estrategia para intentar batir el mercado. Pero existen también unos contras: la gestión pasiva limita en cierto sentido la libertad del cliente, que puede acabar invirtiendo su patrimonio en empresas que no se corresponden con sus preferencias. Por otro lado, tampoco podrá beneficiarse de ese valor añadido que brinda la gestión activa.

En definitiva, el inversor debe, según su perfil y necesidades de inversión, analizar los pros y contras de cada modelo y ponderar qué tipo de gestión, activa o pasiva, se ajusta más a sus preferencias. Antes de invertir, siempre es importante contar también con expertos que nos guíen en este proceso.

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Fuentes: Elaboración propia.
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