15 de febrero de 2016

Informe sobre China

El año 2016 ha empezado con muy mal pie para los inversores. En la primera semana del año la caída del 7% del índice chino CSI 300 (engloba las 300 mayores compañías del país) provocó el pánico en la mayoría de las bolsas mundiales, en medio de continuos rumores sobre una inminente recesión del país. Uno de los mayores gurús financieros del mundo, George Soros, llegó incluso a hablar de una nueva crisis global, algo que nos parece excesivo. Para ello es necesario diferenciar entre lo que es el comportamiento de la bolsa china y lo que es la situación económica real del país.

Sin duda la situación de las bolsas de Shanghai y Shenzhen, las principales del país, es negativa. Pero esto de por sí no justificaría el pánico en los mercados mundiales. Ambas bolsas están prácticamente dominadas por inversores domésticos, muchos de ellos pequeños, que empezaron a invertir en este mercado con el boom derivado de la desregulación del mercado financiero a mediados de 2014, y que con las primeras caídas han decidido sacar su dinero. Por tanto, las caídas acumuladas más parecen una corrección que un temor real a una recesión del país.

Mientras, los datos económicos del país distan mucho, a día de hoy, de apuntar hacia una recesión. Según las cifras publicadas a mediados de enero, la economía china creció en 2015 un 6,9%, es decir, por encima del objetivo del gobierno del 6,5%. Es cierto que algunos sectores económicos (principalmente, la industria y las compañías ligadas a la exportación), muestran debilidad, pero la misma es consecuencia del cambio en el modelo económico del país, más orientado al consumo doméstico y al sector servicios, lo que es costoso a corto plazo pero implicará en el futuro un crecimiento de más calidad (más parecido al de los países desarrollados). Por tanto, si bien no podemos esperar volver a ver cifras de crecimiento de dos dígitos en este país, tampoco parece probable a día de hoy esperar crecimientos significativamente por debajo del 6%.

Y no hay que olvidar además que el gobierno de Pekín tiene instrumentos suficientes todavía para estimular la economía. Nuevas rebajas de tipos, y medidas de estímulo fiscal encaminadas a mejorar las arcaicas infraestructuras, junto con el uso de unas reservas de divisas superiores a los 3,3 bn. de dólares son algunos ejemplos de dichos instrumentos.

Para los inversores europeos, las bolsas de Shanghai y Shenzhen son además mercados muy poco accesibles, y sujetos además a importantes fluctuaciones. Por tanto, una potencial inversión en este país (muy diversificada y en pequeños porcentaje de la cartera) sólo se debería realizar a través de las acciones H, correspondientes a empresas chinas que cotizan en la bolsa de Hong-Kong, un mercado dominado por inversores institucionales y con mucha mayor liquidez.

Rosa Duce,  Economista Jefe de Deutsche Bank.

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